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lunes, 19 de septiembre de 2011

DESPUES DEL DESCANSO DEL FIN DE SEMANA CONTINUAMOS PROFUNDIZANDO CON EL TEMA DE LOS ABRAZOS

FORMAS DE ABRAZAR

Hay infinidad de formas de abrazar que podríamos agrupar en tres categorías básicas:
ABRAZO FISICO – Sería aquel en que la consciencia, el énfasis, está en el cuerpo. Suelen ser cortos, fuertes y muchas veces son fríos ya que no se ponen en juego partes más profundas del ser. La respiración es superficial.
ABRAZO EMOCIONAL – Es como su nombre indica altamente emotivo, puede estar cargado de una serie de emociones que nos causan dolor como  tristeza, angustia de separación o incluso de miedo. Con frecuencia comienza con dificultades para respirar y sollozos, que suelen desembocar en un liberador llanto hondo.  En otros casos es el abrazo con el que compartimos una alegría, una buena noticia; suele ser dinámico y más corto que el anterior. 
ABRAZO DESDE EL SER–  Abrazar desde el Ser no es una técnica es un modo de ser y de vivir, sin embargo hay – como en las prácticas meditativas – ciertas pautas que pueden ayudarnos a enfocar la consciencia y la energía. Lo fundamental insistimos, es la intención, y la mejor intención es siempre la más pura, la más amorosa y la más desapegada, con la intención correcta basta. Podemos acompañar el abrazo de una visualización ; permanecemos con la consciencia en el corazón sintiendo su emisión, su paz, su fuego envolvente.  Como suele ocurrir con toda práctica nueva, la visualización podría ser un estorbo al comienzo, pero será sin duda un potenciador una vez incorporada.

Con o sin visualización, lo esencial es que una vez que estamos centrados, que nuestra respiración es profunda y pausada, (y que está centrada en el corazón) estamos prontos para abrazar. Es muy bueno procurar un buen acoplamiento en el momento del encuentro que nos permita tener el peso del cuerpo bien repartido entre las dos piernas de tal forma que nuestra consciencia no esté en sostener el equilibrio, sino en fluir, dar, celebrar el instante único. Cerramos los ojos y con máxima reverencia acogemos al otro como si le recibiéramos en nuestro corazón, ingresando a la vez en el suyo. Abrazamos con la fuerza justa, como si sostuviéramos en la mano a un pájaro, ni tan flojo que se nos vuele, ni tan apretado que se lastime.Somos conscientes de la energía que recibimos a través de la respiración, sentimos su gratuidad, sentimos que es un regalo que ha estado allí siempre para nosotros y descubrimos que podemos vivirla y enriquecerla con nuestro colorido de una forma única en cada abrazo. “No es posible bañarse dos veces en el mismo río” dice el aforismo, tampoco es posible volver a vivir el mismo abrazo.

En la quietud de sentir nuestra respiración y con devoción por la vida del otro simplemente dejamos el amor fluir. Sentimos que completamos al otro, que somos justo lo que en ese momento necesita, sentimos que el otro nos completa, por lo que nos da, por lo que nos permite dar, por ser el que es. Permanecemos en ese sentir y gradualmente los dos campos de energía se armonizan hasta que, en algunas ocasiones, ya no hay dos que respiran sino una única respiración que acontece entre ambos. Ya no hay dos campos de energía sino una sola nube de paz, ya no hay tiempo, ni sonidos, sino una profunda quietud que baña cada una de nuestras células con la vibración del alma.


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